Detrás de todo gafapasta (o gafametal, que de todo hay) se esconde alguien preocupado por su vista y abrumado ante las incontables vicisitudes que su miopía le obliga a afrontar a diario. Tras esa fachada más o menos hipster, a menudo se oculta alguien que padece un defecto de visión. Pero en otras ocasiones, es una elección estética. O ambas cosas a la vez. En cualquier, cada vez somos más los que nos preguntamos lo siguiente. ¿Cómo se cuidan las lentes? ¿Las protejo de la lluvia? ¿Funda rígida o blanda? Por suerte, existen unos cuantos trucos, sobradamente contrastados, que pueden hacernos la vida más fácil.
1. Manténgalas limpia con agua y jabón neutro
Olvide ungüentos milagrosos y soluciones mágicas: lo mejor para limpiar las gafas es agua y jabón. El agua, mejor fría. “El calor es lo peor para las gafas. Estropea recubrimientos como los anti-reflejantes”, avisa Juan Carlos Mora de Oñate, director de marketing de Óptica Roma. Y el jabón, neutro. “Hay sustancias abrasivas, de las que se utilizan para limpiar la casa, que quitan el brillo al acetato”, afirma Elisenda Ibáñez, coordinadora de la Federación Española de Asociaciones de Óptica (FEDAO). El acetato es eso que llamamos pasta. “Se trata de un material muy noble y permite unos perfectos ajustes de las gafas. Las de acetato son lentes de gamas media y alta. Las más económicas están hechas de plástico y por sistemas de inyección”, añade Ibáñez.
2. Séquelas con el tejido apropiado
Quienes no han usado gafas en su vida a veces miran raro a los miopes cuando les ven secar las gafas, vigorosa y concienzudamente, después de lavarlas. Eso es porque no han oído hablar de “la pasada”, ese rastro que deja el trapo en el cristal. Para evitarlo, los limpiadores de gafas más avezados suelen confiar en telas duras de algodón o lienzo, de textura de sábana antigua, que dejan poco o ningún vestigio. La gamuza que regala el fabricante tiene partidarios y detractores; en cualquier caso, es buena porque no raya. “El papel higiénico y las servilletas de papel sí pueden provocar incisiones”, advierte Elisenda Ibáñez.
3. Vigile el modo de quitárselas (no todo vale)
Quitarnos las gafas con la mano “buena” es un gesto instintivo, pero supone que la varilla del lado contrario se termine deformando y abriendo, como subraya Juan Carlos Mora. “Esto provoca que la gafa no esté bien ajustada, quede descuadrada, y tengamos un cristal más pegado al ojo que el otro. Lógicamente, la visión será incómoda, y puede resultar perjudicial si se trabaja con ordenadores o hay que conducir”. Usando las dos manos para quitarlas, las gafas se mantendrán alineadas por más tiempo. El profesional recomienda, además, comprar lentes que tengan flex, “un muelle que hace que la gafa esté siempre bien ajustada y adaptada a la forma de nuestra cara”. Al acostarse, guárdelas en la funda. Evitará que caigan al suelo como consecuencia de nuestros manotazos matinales a la mesilla. Si las tiramos, estarán dentro de la funda y no sufrirán daños. Un consejo extra: aplique un trazo de pintura fosforescente a la caja por si tiene que buscarlas en la completa oscuridad de la noche.
4. Protéjalas de accidentes o pisotones fortuitos
¿De piel, tapizada a cuadros, satinada? Admita de una vez para siempre que la funda de las gafas no es un elemento estético: sirve para algo. En concreto, para proteger y transportar nuestro instrumento cuando no cuelga de la nariz. El estuche genera un serio debate: los rígidos escudan, pero ocupan mucho espacio; los blandos son más delgados… pero pruebe a pisarlas. Puestos a elegir entre espacio y seguridad, nos decantamos claramente por esta última. “A nosotros nos encanta ver cubiertas rotas, eso significa que han cumplido su función, que es la de proteger las gafas”, comenta Juan Carlos Mora.
5. Ajuste las varillas con un secador (bajo su responsabilidad)
Si acaba de hacerse gafas y al cabo de unos días detecta que las varillas no se adaptan bien a sus orejas, acuda a la óptica más cercana para que se las regulen. Sin embargo, ¿quién, por pereza o simple afán investigador, no ha intentado modificarlas él mismo con un secador? Acercar las varillas de acetato a una fuente de calor es el método que utilizan los profesionales para ajustar la forma; una técnica que muchos han emulado en casa echando mano de este pequeño electrodoméstico. Si se decanta por la temeraria opción, conviene no pasarse con la temperatura (podría dañar la gafa) ni quedarse corto (podría partirla al intentar doblarla). “Cada material tiene una temperatura de torsión”, asegura Elisenda Ibáñez. Emita un calor medio y moldee con la mano.
6. Aléjelas de su mayor enemigo (el de las lentes, no el suyo)
La lluvia es —y dado que los limpiaparabrisas incorporados no existen— enemiga acérrima de las gafas. Un miope sale a la calle un día de lluvia preocupado no por su pelo ni por sus zapatos, sino por sus lentes. No importa que lleve paraguas: esos tres segundos que separan nuestra salida del coche de la apertura del paraguas pueden dejarnos los cristales empapados y borrosos. De ahí que una protección ideal contra los chubascos sean los sombreros impermeables de estilo inglés, o las gorras. Cualquier cosa con visera vale.
7. Sométalas a controles periódicos
No espere a que se lo ofrezcan en su óptica. Acuda a la tienda una vez al año y pida que se las revisen. El personal óptico comprobará si necesitan un alineado, si hay que apretar los tornillos y el estado de los cristales. Solicite, además, una limpieza a fondo. “Con aparatos de alta frecuencia se remueve toda la suciedad que pueda tener incluso en el bisel de la gafa, donde uno no acostumbra a llegar”, explica Elisenda Ibáñez.
8. Aprenda a vivir sin ellas
¿Necesita ver algo urgentemente y no tiene las gafas a mano? ¿Un rótulo en televisión, un cartel en la lejanía? Si está en un apuro, existe un método infalible, según el canal de ciencia MinutePhysics, con el que no habrá letra borrosa que se le resista: cierre la mano formando un puño, ábrala un poco a modo de catalejo y, ¡voilá!, mire a través del agujero. Como sucede cuando se regula la apertura de los objetivos fotográficos para enfocar, al formar ese pequeño hueco, la luz llega en una sola dirección y permite al cerebro formar una imagen nítida.
9. Sírvase de la tecnología
Si es miope, ha de saber que las nuevas tecnologías están de su parte. Existen varias aplicaciones para controlar su defecto, la mayoría de ellas desarrolladas por oftalmólogos. Test Visual es una app que permite examinar nuestra agudeza visual a cualquier distancia entre los 40 centímetros y los 10 metros. ¿Puede usted ver? y Visual Acuity Test le someten al clásico panel de letras de distintos tamaños. AmblyopiaVA es un novedoso examen de agudeza visual. MyEyes, en cambio, está pensada para quienes se pasan el día frente al ordenador: mediante unos sencillos ejercicios, sus creadores aseguran que previene la vista cansada y nos relaja. Por supuesto, ninguna de estas aplicaciones sustituye a una revisión oftalmológica profesional.
10. Encienda la campana extractora cuando cocine
Parece un detalle sin importancia, pero si no lo hace, cuando termine parecerá que una intensa niebla se ha metido en su cocina. Se debe a las diminutas gotitas de humo grasiento que se depositan en la superficie de sus cristales. En caso de que estuviera preparando una cena especial, sería una pena arruinar su impecable puesta en escena con unas gafas ahumadas y pegajosas.
11. Evite la sauna del gimnasio con ellas puestas
Total, ¿qué necesita ver uno en una sauna? En cualquier caso, si comete el error de meterse en este caldeado habitáculo con gafas, a la salida comprobará cómo se le deslizarán por la nariz: el calor las habrá deformado, separando las varillas y expandiendo el frontal. Si esto le sucede, siempre le quedará el punto 5 para devolverlas a su fisonomía anterior. Palabra de miope.